[entrevista realizada en la Biblioteca Villaespesa de Almería a finales de abril de 2013]
Los dos partidos mayoritarios quieren
que haya un cambio. Y lo quieren desde el mismo día que yo dije el año pasado ante
la comisión de Gobierno Interior y Peticiones del Parlamento que la gente está muy
enfadada y hasta el gorro de los partidos políticos, con tantas peleitas. Desde
ese momento hay un antes y un después. Hay una persecución de determinados
elementos de los dos partidos sobre esta razón; como si yo hubiese dicho un
disparate. Quien lea encuestas sabe que son los partidos políticos la cuarta
causa de malestar social de la gente.
¿No
comparte entonces la opinión de la parlamentaria andaluza del PP por Almería
Aránzazu Martín Moya sobre una necesaria alternancia?
No sé quién es esa señora. No sé
si va al Parlamento. Cuando vaya, que se me presente. Y debería darme parte de
su sueldo, porque la han conocido gracias a meterse conmigo.
Supongo
que sí conocerá al secretario general del PP andaluz, José Luis Sanz. Dijo que
le hacía falta nuevos aires. ¿A dónde se irá cuando deje el cargo?
Eso es lo que quisieran saber
ellos. Yo sí lo sé. Pero no se lo voy a decir. Y a usted tampoco.
Pero,
¿qué es lo que le queda aún por hacer que no haya hecho en los 17 años que
lleva como Defensor?
No es por mí. Creo que no es
oportuno ahora mismo por la situación social y por la cantidad de gente que
tiene como referente a la institución y al titular. Habrá que cambiar, pero no
ahora; me da vergüenza decírselo a quienes están tan mal y esperan que siga defendiendo
sus derechos. ¿Quién les va a defender?
¿Usted
teme que quien venga a sustituirle...
No temo. Estoy convencido. Será
un apañito para politizar la institución.
Además
de ese compromiso con la ciudadanía, también pesará el hecho de haber visto
muchas soluciones.
Si yo no hubiera resuelto nada,
me habría dedicado a otra cosa. Los últimos que se han quedado perplejos han
sido en los juzgados al ver que La Caixa ha resuelto a instancia nuestra y de
la Fiscalía, 67 casos de las preferentes. O sea, la institución funciona y resolvemos
en la medida de nuestras posibilidades; y cuando no resolvemos, denunciamos a
unos y a otros.
El
pasado 25 de marzo usted presentó el informe de su Oficina ante el Parlamento
de Andalucía. Más de 7.000 quejas durante el año 2012. ¿Dan abasto? ¿El pueblo
andaluz necesita tanto a un Defensor?
Aunque parezca que tenemos
demasiados medios, y aunque se dicen muchas tonterías por parte de algunos
parlamentarios y parlamentarias, nosotros damos abasto. Tenemos problemas que,
afortunadamente, resuelven las 60 personas que trabajan allí; gente
comprometida y que echa las horas que tenga que echar. Es muy difícil salir
adelante; a pesar de tener menos plantilla que otras oficinas del defensor del
pueblo. Pero como estamos en crisis, no digo nada más; y si hay que echar a
gente, pues que se eche. Pero ahora,
más que nunca, hace mucha falta una institución que vigile el cumplimiento de
los derechos que garantiza el Estatuto de Autonomía de Andalucía.
En el libro que acaba de presentar, 'Quién ha dicho
que vivir sea fácil', hace una dedicatoria a los periodistas por la lamentable
situación por la que está pasando la profesión. ¿Usted viene a suplir ese papel
vigilante del cuarto poder?
No, es más bien la supervisión de
la Administración según la propia ley. La profesión periodística está en su
peor momento por los EREs de muchísimos medios, de profesionales de mucho nivel
que están pidiendo ayuda para comer... Es un caos. Yo sólo vigilo el
cumplimiento de los derechos. Si hay quejas, las tramito y les damos una
respuesta positiva porque es razonable.
Es
apabullante la cantidad de asuntos de los que entiende su Oficina. Desde
vivienda a dependencia, pasando por salud, consumo, menores, educación, empleo,
medio ambiente, justicia, extranjería o nuevas tecnologías, entre muchas otras.
Y ahora, la joya de la corona de 2012: la crisis económica.
Realmente
no es de ahora. La crisis económica llega
oficialmente a la Oficina en 2007; cuando muchos ciudadanos están perdiendo su
segunda vivienda. Aquello nos puso en alerta, y para adelantarnos a lo que
venía en 2008 y 2009 constituimos en la propia institución un grupo de trabajo
donde, transversalmente, se fueran tratando los temas de crisis. Ahora mismo el
equipo lleva muchas negociaciones con bancos para evitar los desahucios, cuando
nos da tiempo. Lo que sí está bien diseñado es el trabajo de cada persona en la
institución: un trabajo que no es sólo individual, sino de grupo. Así damos
respuesta a las demás barbaridades que llegan, porque son temas absolutamente
variados y cada día más dramáticos. Hace poco un hombre nos decía que estaba a
punto de suicidarse. Ese suicidio se pudo evitar gracias a la gestión que
hicimos desde la Oficina.
Dice que
en su Oficina ya veían venir la crisis desde 2007. ¿Y no la vieron el resto de
observatorios nacionales e internacionales? ¿Hay que leerse más sus informes?
Nosotros lo dijimos por primera
vez por escrito en 2009. La Oficina, al recibir escritos de todo tipo de
personas, se convierte en una especie de observatorio de la realidad. Harían
bien en leernos más. De hecho, quien más utiliza nuestros informes es la
oposición.
Da la
impresión de que los temas que preocupan a la ciudadanía están marcados por las
agendas mediáticas. Unas veces el terrorismo, otras la inmigración, otras las
drogas, ahora las hipotecas...
Hubo un tiempo en que fue así.
Ahora no. La gente está muy movida y bastante alterada. Y si un medio de
comunicación no quiere hacerse eco, lo lleva mal. La vida se ha vuelto tan
complicada precisamente para la clase media, que no hay lugar más que para oír
y ver lo que está padeciendo la gente.
Si las
clases medias están siendo ahora los excluidos, ¿qué está ocurriendo con quienes
ya malvivían en la pobreza?
También lo están pasando muy mal,
pero tienen una condición que les suaviza su situación: tienen más habilidades
sociales para moverse en el terreno de la exclusión. La clase media que acaba
en exclusión no sabe manejarse en ese mundo, no sabe lo qué es pedir, buscar
recursos... Sin embargo, la gente excluida, aunque está pasándolo muy mal,
lógicamente, sí sabe moverse en ese mundo y no le da vergüenza. Entre la clase
media hemos descubierto muchos casos de familias encerradas en sus casas
pasando hambre porque les da vergüenza pedir. Pero cuando llega el hambre hay
que olvidarla, pedir ayuda; hay mucha gente dispuesta a ayudar.
Un
informe del Instituto de Estudios Andaluces desvela que siete de los nueve municipios
andaluces que tienen mayor índice de xenofobia son almerienses. ¿A dónde ha ido
la labor educativa realizada con la población que cuenta con la mayor presencia de inmigrantes?
En las nuevas generaciones sí que
está repercutiendo. En nuestra generación, una vez pasada la mano de obra, se
ha instalado en nosotros ese discurso xenófobo, que no es tanto, pero que
todavía lo hay.
En la
tipografía del título utilizado en su libro, las letras de la palabra
"vivir" simulan nubes. ¿Tan efímera es la vida?
Claro. El problema de los humanos
es que no nos damos cuenta de que lo es. Por eso, lamentablemente, no vivimos
para los valores que nos hacen más humanos y más felices, que nos hagan crecer
como persona. Y eso forma parte de la crisis en la que estamos.
¿La
esencia del ser humano es lo que vemos en los telediarios, en las portadas de
los periódicos?
La esencia del ser humano son los
buenos sentimientos. Y eso no es noticiable. No es noticia ver a gente que
quiere a alguien, a gente que se emociona con una puesta de sol, a gente
dispuesta a dar lo que no tiene a alguien que tiene una necesidad. El
periodismo humano debería ser imitado.
En su
libro usted reclama solidaridad para subsistir en tiempos de sufrimiento; y
también apela a la ilusión para mejorar el futuro. ¿Se puede tener esperanza
cuando se está a punto de ser desahuciado, cuando se lleva años sin un sueldo o
cuando ves que te han estafado en el banco?
Yo me niego a ser cómplice del
pesimismo, porque el pesimismo es lo que más dinero da a los laboratorios y lo
que da más dinero a los que ya ganan mucho dinero. Hay grupos que no se dejan
llevar por el pesimismo. ¿Qué ocurre? Si no tengo trabajo, si me van a
desahuciar, mi única esperanza es la solidaridad. Así se está viviendo. En
estos tiempos hay muchísima gente anónima que está ayudando a los demás; y ésa
es la única esperanza. Otra esperanza es, lógicamente, que el pueblo se
movilice exigiendo los derechos que tiene, que son los derechos del Estatuto de
Autonomía de Andalucía, del que nadie habla.
¿Usted
encabezaría una revolución social?
Yo no. Yo no encabezo nada; al
menos como Defensor. Después puede que sea una opción. Pero no se sabe por
dónde puede ir mi vida.
.- Su
guía ha sido y es Jesucristo; interpretando el cristianismo desde la teología
de la liberación. ¿Son buenos tiempos para retornar a la supeditación de la
jerarquía eclesiástica?
¿Se refiere usted a los del
Vaticano? Vamos a ver cómo terminan los cambios. Pero sí tiene buena pinta.
Este Papa Francisco está siendo un cambio; no en la línea de la Teología de la
Liberación, porque la condenó el Papa Ratzinger, pero sí por la opción
preferencial por los pobres, que es lo que dice el Evangelio. Por lo tanto,
entiendo que sí, que parece que hay nuevos aires. Unos aires que no son nuevos
para los que llevamos trabajando en la base, como mucha gente, durante años. Son
nuevos para la jerarquía y para algunos curas.
No
obstante, usted está a punto de imprimir ya su carné de pensionista. ¿Va a regresar
a sus parroquias del Campo de Gibraltar?
Es muy relativo. Los que hemos
nacido para la revolución no tenemos fecha de caducidad. A mi parroquia no voy
a volver, porque no me he ido.
¿Cuál ha
sido el momento en el que la vida le ha rasgado agresivamente?
A mí la muerte me ha impactado
mucho. La muerte de personas que me habían pedido ayuda para rehabilitarse de
la droga, y luego alguien me llamaba para decirme que se había muerto por una
dosis adulterada. Eso me produce una sensación muy dura, de un impacto tal que
me llega a doler físicamente.
(La entrevista íntegra puede verse en vídeo )
ENTRE EL AVERNO Y EL CIELO
El tercer mandato de este Defensor expiró el 1 de marzo
de 2012, desde 1996 que llegó a su oficina por primera vez directamente de una
parroquia gaditana. Ahora permanece como Defensor del Pueblo Andaluz en funciones,
hasta tanto no tome posesión la persona titular que designe el Parlamento de
Andalucía para el siguiente mandato. La renovación, cada cinco años, de la
Oficina requiere el voto a favor de tres quintas partes del Parlamento (65 de
los 109 diputados), por lo que PSOE e IU necesitan el apoyo del PP. Pero no hay
muchos que apuesten, ni siquiera, por un intento de acercar posturas. Las
relaciones entre el cura Chamizo y el presidente Griñán hace tiempo que se
acercaron más al averno que a paraísos celestiales.
José Chamizo de la Rubia nació en la villa gaditana de Los
Barrios, en 1949. Fue sacerdote en aquel Campo de Gibraltar; también ejerció
como tal en Algeciras desde 1978 hasta 1982, y como párroco en el Distrito
Estación-Taraguilla-Miraflores de San Roque. Antes de llegar a este averno de
traficantes de drogas y familias desestructuradas por las bandas, se alojó
cerca de la franquicia que el cielo tiene entre sus misiones terrenales: se licenció
en Historia de la Iglesia por la Universidad Gregoriana de Roma, en Historia
Contemporánea por la Universidad de Granada y se diplomó en Biblioteconomía por
la Ciudad del Vaticano.
Con
estas credencias, regresó a su tierra natal para iniciar una labor poliédrica
en contra de la drogodependencia, la marginación y la pobreza que le hizo crear
y dirigir durante años asociaciones y colectivos de lucha social. Su actividad
en esta labor mereció en 1994 la concesión de la Medalla de Andalucía.